Juan Martinez Martinez y su esposa Paquita, dos veteranos republicanos, se reúnen el último sábado de cada mes junto a otras víctimas del franquismo en la plaza Sant Jaume de Barcelona, para reclamar justicia: "Sabemos que ahora nos están escuchando gracias a la querella de Argentina", aseguran esperanzados.
La pareja de ancianos está unida por un intenso amor, fuertes
convicciones y una historia que ha dejado heridas aún sangrantes en
España: la guerra civil (1936-1939) y la posterior dictadura franquista
(1939-1975).
"Me torturaron, estuve en total entre siete y ocho años preso, pero
durante lo poco que me quede de vida seguiré defendiendo los valores de
La República por los que luché", dice a Télam Juan, de 86 años de edad.
"A mí me llamaban la niña de la cárcel", apunta Francisca Cruz Puntero,
varios años más joven. Paquita siempre lleva con ella dos fotos, la de
su madre, que murió en las cárceles franquistas, y la de su tío, que fue
fusilado. "No olvido ni perdono", afirma emocionada.
Pasó más de un mes desde que la jueza argentina María Servini de Cubría
dictó la primera orden de detención internacional con fines de
extradición contra cuatro represores franquistas.
Ante la inédita decisión, la justicia española respondió que dos de los
reclamados, José Ignacio Giralde Gómez y Celso Galván Abascal, habían
fallecido. Los otros dos, el ex guardia civil Jesús Muñecas Aguilar, de
74 años, y el ex inspector José Antonio González Pacheco, alías "Billy
El Niño", de 67 años, serían citados a testificar.
Las declaraciones tendrán lugar cuando la magistrada argentina confirme
su solicitud de extradición aportando toda la documentación necesaria.
Servini de Cubría también pidió la apertura de los consulados del país
en el exterior para recoger el testimonio de las víctimas y así ampliar
su investigación.
En tanto, en Barcelona, un puñado de personas se concentran en la
céntrica plaza Sant Jaume detrás de una pancarta con el lema "Verdad,
Justicia y Reparación". Tienen una pequeña mesa donde recolectan firmas a
favor de la "querella argentina contra los crímenes del franquismo".
Sobre el suelo, fotos de las víctimas, entre ellas las del joven
anarquista Salvador Puig Antich, el último ejecutado del franquismo;
Enrique Ruano, estudiante que fue lanzado de un sexto piso por la
policía en Madrid; o Moncho Reboiras, asesinado a tiros por la policía
en Ferrol.
Juan sostiene la bandera con un mano y con la otra se apoya en su
bastón: "Presentamos la querella, numerosa documentación y firmas de
apoyo, y sabemos que la Argentina está haciendo un gran trabajo de
solidaridad con las víctimas del franquismo. Ahora esperamos una
respuesta del gobierno español".
"En España, las flores no quieren ya vivir porque el pueblo español
murió en abril...pero las flores nacen, nacen en cada abril, al pueblo y
a la flor no lo mata el fusil...", canta Paquita. Su voz, potente y
desgarradora, trasmite el sentimiento de las víctimas, que resisten al
silencio y el olvido impuesto desde el poder, heredero de la dictadura.
La espera está siendo larga y a personas como Juan y Paquita el tiempo
se les acaba.
"Una de las bases de la transición española ha sido olvidar a las
víctimas para no condenar a los culpables, y eso es triste", remarca
Juan, un ex trabajador de la industria textil que luchó contra el
franquismo desde las filas del PSUC (Partido Socialista Unificado de
Cataluña).
La única vez que las víctimas testificaron ante un tribunal en España
fue durante el juicio por prevaricato al juez Baltasar Garzón, quien en
2008 se atrevió a abrir la primera causa por los crímenes de la guerra
civil y posterior dictadura franquista.
El magistrado finalmente fue absuelto. No obstante, los tribunales
españoles defendieron, contrariamente a lo que sostiene el derecho
internacional, que los delitos de lesa humanidad cometidos en aquella
etapa oscura de la historia española han prescripto y sus responsables
amparados por la Ley de Amnistía de 1977.
La jueza Servini de Cubría dictaminó lo contrario y defendió su competencia en base al principio de justicia universal.
Mientras espera ser escuchado por la justicia, Juan, conocido entre sus
compañeros como "el comunista", recibe a Télam en su casa de Rubí y nos
cuenta su historia: una vida de lucha, cárcel y exilio, como la de
muchos sobrevivientes republicanos.
"Yo trabajaba en la fábrica Roca i Pau, en Terrassa, y un compañero de
turno me dijo que tuviera cuidado que la máquina estaba muy mal. Aquello
me pareció raro. Miré la ropa y en la parte superior había un `Mundo
Obrero´, que era una hojita de papel cebolla", confiesa.
"En una de sus caras se llamaba a actuar en solidaridad con el maquis
andaluz Salvador Benito, y en la otra aparecía una misiva firmada por
Dolores Ibarruri, la Pasionaria", agregó sobre su despertar
revolucionario.
"Me impresionó tanto que no sabía qué hacer. Después de leer ese `Mundo
Obrero´ me llamaron a una reunión clandestina en la que me dieron los
estatutos del PSUC. Me tomé tres días y dije: aquí estoy. Y desde
entonces mi compromiso es total, total", sostiene con una firmeza que
permite imaginar su temple en aquellos duros años.
"Mi primera detención fue en abril de 1957. Pero durante mi lucha
clandestina fui arrestado en 13 ocasiones. En todas fui brutalmente
torturado", explica.
Si bien no pensaba en la muerte cuando era torturado, Juan reconoce que
una vez se sintió muy cerca del final. "Estaba en la cárcel de Jaén. Nos
sacaron al patio y pusieron en fila, pegados a un muro junto a los
impactos de bala de otros fusilados, y con la guardia civil formada en
semicírculo apuntando. Temí por mi vida en aquel momento", dice sobre el
tormento al que fue sometido.
"Ni entonces ni ahora puedo fallar. No puedo traicionar los principios y
los valores de La República", insiste Juan con los ojos brillantes e
ilusionado por el simple hecho de haber encontrado un interlocutor
interesado en su historia.
A pesar de que no se resigna a obtener justicia, el octogenario
republicano al menos quiere que se sepa la verdad. "Me gustaría
enormemente poder explicar las torturas, la época de la dictadura, la
represión y el golpe de Estado que se le dio a la República. Como en
España no nos reconocen, los consulados argentinos podrían hacer un gran
trabajo en ese sentido".
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